
Los pies se me aceleraron como si supiera perfectamente a donde estaba yendo. Un destino seguro.
La rapidez venía desde la cabeza, desde la exasperación, como aborto de una mano que me entró por la boca y me exprimió el estómago.
Su pelo seguía como siempre, sus gestos eran los mismos y su boca tenía el mismo color. La diferencia era que todo seguía igual.
Algo discutíamos, algo había pasado. Lo hablábamos, así que lo teníamos en la boca.
Le hablaba.
Fuerte y firme.
Haciamos un vaivén.
Me respondía.
Fuerte y firme.
Vaivén.
Movimientos alternativos y sucesivos.
En una nube de palabras y rabia estaban dos chicas. Dos chicas que no sabían nada de su deseo. Una nube llena de frío, piel y mandarinas.
Y desde fuera, dos chicas agarradas de la mano que no se cogían pero tampoco se soltaban. Se tocaban la mano mientras escupían voces.
Seguíamos teniendo el problema en la boca.
Terminé comiéndome los argumentos.
Los verbos
Y las frases.
Vaivén.