
Ella, qué quieta y qué rosa.
Desde arriba conoce mi espalda y mi cama. Me ha visto cuando he muerto de frío y cuando me han hecho morir de calor. Sabe lo que me gusta y lo que no.
Miel directa del bote.
También conoce mis ganas. Sabe que la miro fijamente. Ahora está encima de mi o yo debajo de ella, o en el mundo al revés, podríamos estar en paralelo.
Pero hay algo de lo que no entendemos. De cabezas.
Ha pasado por cabezas brillantes, tontas, matemáticas, cabezas de chorlito, cabezas enfermas.
Y prefiere verlas desde lejos, como yo.
Y la mía le da miedo. Como a mí.
[Qué sabrá ella de cabezas, si no tiene].